Prometeo
En el barro esculpí a la Humanidad
Dándole al primer hombre su existencia,
Y logré asegurar su preeminencia
En un mundo de fiera hostilidad.
Rompí las reglas por necesidad
(todo es común en caso de emergencia),
y acepté, aún siendo injusta, la sentencia
que hirió mi cuerpo, no mi dignidad.
Prendí mi antorcha en el sagrado fuego
Del sol, y se lo traje a los mortales
Pagando mi bondad con mi agonía.
Quizá quebré las leyes, no lo niego;
Pero fue por seguir los ideales
Del corazón, no de la letra fría.
Según la leyenda, “Prometeo” descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por “Zeus”. Era hijo del Titán “Japeto” (hijo de Urano y Gea, la Tierra). Durante la Titanomaquia, luchó al lado de los dioses.
En agradecimiento a su fidelidad, el dios supremo del Olimpo le encargó a él la responsabilidad de crear la vida sobre la Tierra.
Prometeo trabajó cuidadosamente en una criatura a semejanza de los dioses, los humanos.
Prometeo pidio el fuego para ellos, pero Zeus, sintiendo celos de ellos, decidió vengarse privándolos del mismo.
Por esa causa, sintiendo pena de su creación, robó el fuego a los dioses (del carro de Helios, dios del Sol, o de la forja de Hefesto, el dios herrero), prendiendo éste en una ramita de hinojo para entregarlo a la humanidad.
Sintiendose traicionado Zeus lo envío a este al desierto de Citia, donde fue atado a una pared de un terrible abismo, con cadenas inquebrables, en una peñasco de la montaña del “Caucasó”, de “Pie”, sin reposo alguno, durante 30 siglos, sufriendo la amargura de que su hígado fuera devorado por un “Águila” durante el dia, para después, que dicho órgano se reconstuya durante la noche.
Finalmente llego el día de su redención. Hércules, pasando por allí con los Argonautas, al
ver al águila devorando el hígado, mato al Aguila y lo libero.
"El que ve más allá” |