jueves, 25 de agosto de 2011

# El Pensamiento Utópico



Cierra los ojos y verás un mundo mejor,
Un edén sin injusticia, Que sólo se halla en tu interior.
Quien no ha soñado alguna vez con vivir en un mundo perfecto, un paraíso perdido donde ser felices sin esfuerzo, donde gozar de toda libertad para realizarnos como personas, un jardín idílico exento de autoridad y opresión, con un orden perfecto e infalible que haga de nuestra vida un fantasía perpetua. Sin duda, este deseo brota de todo mortal porque forma parte de su ser. La vida sin sueños no tendría sentido, y como sueños que son, las utopías aportan ese sentido a nuestra existencia cuando la realidad se muestra insuficiente.


No obstante, la historia nos ha enseñado que, pese a lo inocente de su apariencia, los sueños tienen un precio. Un coste demasiado elevado que la humanidad ha tenido que pagar por errores que nunca debieron cometerse. Se trata pues de una fantasía peligrosa, una ilusión demasiado comprometedora, capaz de proyectarse mas allá de la mera intelectualidad individual e implicar al mundo en toda su universalidad. Por ello, siempre ha existido una cuerda sensación de prudencia frente a esta cuestión. Porque la utopía, además de necesaria es inevitable, pero, sobretodo, porque su poder trasciende más allá del sueño que la origina y nos somete sin apenas darnos cuenta.